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verinesESCRIBIR POESIA

Existen muchos puntos de concordancia entre la poesía y el ensayo. Este es un ensayo, un intento, de explicar mi elección de la poesía como género. Un intento de explicar por qué he continuado escribiendo poesía y lo que la poesía y la escritura me han aportado. Un ensayo a posteriori, un ensayo en el que realizo una reflexión sobre cuarenta años de poesía, aunque dada la brevedad de esta ponencia, no aludiré en exceso a la literatura en euskara, a no ser que sea lo que interese al resto de poetas aquí presentes.

Recuerdo que cuando comencé a analizar los géneros literarios, vinculé la poesía con la primera persona, con el yo. Y la poesía moderna, fundamentalmente, con el presente. A pesar de ser una lectora atenta de poesía, y aunque gran parte de la poesía que leía no se rendía a estos parámetros, durante mucho tiempo esta idea fue una idea que permaneció arraigada en mí.

En cierto momento fui consciente de que la segunda persona era importantísima en la poesía, fundamentalmente en la poesía amorosa, pero también en la poesía mística…. Y que el tiempo futuro y la modalización de nuestros deseos, de nuestros temores, de nuestras circunstancias y de nuestra voluntad se encargaban del resto. Ciertamente, la poesía ha activado el futuro o ha predicho la impotencia, pero nos ha ayudado a crear metas, tanto a nivel personal como social. Recuerdo que cuando publiqué mi primer libro de poemas, Gabriel Celaya o Blas de Otero eran algunos de mis poetas preferidos. El futuro se conjugaba en primera persona del plural, y en euskara tuvimos la suerte de que un poeta euskaldun-berri, un gran conocedor de la literatura, traductor, editor y dramaturgo escribiera Harri eta Herr de Salvador Espriu, Celso Emilio Ferreiro, Mendez Ferrin.

La inmediatez impuesta por las imperiosa necesidad del consumismo, está provocando tal vez la desaparición del retardamiento del deseo; y tal vez, incluso, el alejamiento del aspecto futuro de la acción. La modulación y la argumentación está desapareciendo de los usos actuales de las lenguas, y también en euskara, lo que permite quebrar el mito de la evolución del pensamiento, pues previamenente la imperiosa necesidad de un futuro mejorny de la utopía condujeron a la modernidad a la proyección del futuro en muchas lenguas románicas, y también en euskara. De modo que, en realidad, el futuro es, desde el punto de vista diacrónico, el más moderno de los aspectos del verbo, puede estar desactivándose como aspecto del verbo, de la acción. Y esa mirada a lo que no ha acaecido, a lo acaecible, a lo imposible tan importante en la historia de las lenguas, tan importante en la construcción ideológica de algunas religiones monoteístas, tan importante para los momentos revolucionarios es lo que está desapareciendo de nuestras mentalidades. Pero es más, diría que ideológicamente estamos desarmando tanto el futuro como el pasado, por lo que como nos lo recordaba Pessoa… escribir versos de amor se ha convertido en algo ridículo, se ha convertido el algo ridículo confiar en otro-a cualquiera.

Finalmente llegué a aceptar, a comprender un tipo de poesía que inicialmente me crispaba, que se mantenía alejada de las emociones, y que durante gran tiempo identifiqué con la poesía del admirado poeta vasco de la preguerra Lizardi. Era la poesía en tercera persona, escrita además generalmente en presente, pero también en pasado. Lizardi perdió a su hijo siendo pequeño, como sucedía tan a menudo en la sociedad de principios de siglo… y le escribió un poema…. Que nunca comprendí, hasta que llegue a entender este tipo de poesía, en la que la impersonalización y la intemporalidad podían leerse como la más clara manifestación del vacío, del desarraigo que las personas sienten ante la injusticia de la pérdida.

Y he de decir que esa impersonalidad y buscada intermporalidad, aunque siempre había sido lo que más me había conmovido de la poesía de Machado, o del Bitoriano Gandiaga del libro Elorri, nunca llegué a sentirme tan transida como cuando traduje las Acacias Salvajes de Marià Manent al euskara, y recuperé , traduciéndole, el valor de la contención del verso clásico.

Aunque ya antes leyendo la poesía amorosa medieval, cancioneril del siglo XV, la labor no sólo poética sino también etnográfica de Machado, nuestra tradición oral de coplas o los haikus y otras formas de poesía breve como las cantigas, las kasidas… creo que sin reconocer en la contención de Manent que describe a su esposa amamantando a su hija mientras bombardean sobre Montseny, nunca hubiera sido consciente de la importancia de verbalizar objetivamente, con las palabras justas, hitz-neurtuak3 . Y la misma persona que no comprendió ni valoró la contención de Lizardi, en presencia de su hijo yaciente en una cuna, comprendió el valor del silencio de las generaciones que nos han precedido, el valor de las palabras justas, ante un mundo impostado histriónicamente.

Y aprendí que la poesía, un género al que optamos, a pesar de ser minoritario, nos ofrece hoy en día, antiguas y diferentes maneras de escribir poesía, en las que ya tal vez no sea tan importante nombrar la realidad, como lo hizo Adán en el paraíso terrenal, como lo vocearon los poetas románticos, como se vocifera hoy desde los medios de comunicación…

La poesía, que se lee en silencio y se puede recordar en silencio, es un gran antídoto para recuperar y recordar las palabras justas y acertadas que se han conservado tanto en la tradición oral como escrita.

La lectura silenciosa, atenta crea un tiempo y un espacio personal y creativo, porque permite a la mente detenerse, divagar, retrotraerse y avanzar, a placer. Permite la asociación, el retardamiento, la retención, el recuerdo. La poesía, en su brevedad, es una píldora conceptiva. Casi toda la poesía actual no necesita más que un minuto o minuto y medio para leerse. Las coplas, los haikus… son constructos que no necesitan más que quince segundos, a lo sumo…. Pero que detienen el tiempo, que nos ubican en un contexto en el que mientras todo permanece somos testigos de algo que acaece, de algo que sucede y que hace variar el todo dena4

Esa detención del tiempo, esa intemporalización del instante, ofrece un rédito mil veces superior a la de la velocidad de las secuencias que recibimos virtualmente desde los medios de comunicación. Porque es un instante detenido, retenido, repicable, recordable y por lo tanto, certero, afirmativo. Crea certezas, frente a la apabullante y atronadora tormenta de comunicaciones que nos incitan a desconfiar de todo.

La poesía, las sentencias, los aforismos, los refranes…. la expresión breve de nuestras circunstancias, permite, además, detener una manera de pensar en la que siempre hay un principio, un conflicto y un final que parecieran que ruedan en la misma dirección. Este orden unidireccional presente en la narración, la argumentación e incluso en el drama, obtura la posibilidad incluso de pensar en la tradición e incluso en la trascendencia, en la globalidad, en la pluralidad de tiempos, estaciones, eras, épocas que cruzan nuestras vidas5.

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3 En euskara al verso a la poesía se le llama ( en la literatura culta) neurtitzak o hitz neurtuak : palabras justas, medidas
4 dena, literamente lo que es
5 No creo que sólo la poesía ni sólo la poesía breve pueden conseguir este retardamiento del tiempo. Precisamente algún tipo de novelas no sólo lo ha intentado sino conseguido, y cito con gran placer Ritmo Lento de Carmen Martín Gaite, pero fundamentalmente la voz cadenciosa de la novelística de Virginia Woolf y de sus memorias, la disrupción del verbo de Marina Tsvietaieva en su poesía, sus cartas y ensayos…

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